miércoles, 12 de marzo de 2008

La década del MP3

Antes del MP3, mis precarios ingresos sólo me permitían adquirir dos a tres CDs por año. Recuerdo que los primeros fueron el “Past to present” de Toto, el “Cargo” de Men at Work y, por supuesto, para ir acorde con el boom del grunge noventero, el “In Utero” de Nirvana. Hoy conservo en la memoria del disco duro de mi PC, aproximadamente, 5,000 archivos con música de aquellos grupos o solistas que años atrás solía escuchar a través de las radios juveniles del momento.

Antes del MP3, inclusive hasta principios de los noventa, recurría a las caseteras de mi viejo equipo de sonido LG para grabar algunas canciones del ranking semanal de Doble 9 y tener material disponible para cualquier reunión de amigos. Hoy, mi nuevo equipo de sonido Pionner reproduce con fidelidad los innumerables CDs de audio y MP3 que he ido juntando gracias al intercambio musical que he mantenido con gente de todo el mundo.

Antes del MP3, el vocabulario cotidiano de cualquier joven aficionado a la música no incluía términos como “quemar”, “descargar o downloading”, “login”, “MPEG”, “Emule”, etcétera. Hoy, si no se domina este lenguaje o, por lo menos, si no se esta al tanto de los nuevos términos ligados a esta tecnología, uno terminará por colegiarse de iletrado o andar por la calle con polos con inscripciones que digan: “Maxell* forever and ever” o “I love Underwood Fire*”

Antes del MP3 las únicas herramientas que te permitían salir de tu casa e ir con la música a todas partes eran el walkman y el discman. Hoy, el I-Pod que llevo conmigo al trabajo cada mañana me libera del infierno que significa escuchar la misma música que hace “gozar con sabrosura” al chofer y al cobrador. De paso, mi I-pod me ayuda a evadir la ridícula manera que tiene mucha gente de conversar a gritos por celular.

¿A qué viene todo esto? Pues que en un mes de marzo, pero de 1998, salía al mercado el MPMan F10 de la firma coreana Saehan Information Systems, el primer aparato portátil capaz de reproducir ficheros MP3. Tenía una memoria de sólo 32 Mbytes (con capacidad para almacenar diez canciones, como máximo) y se conectaba a computadora a través del puerto paralelo, que entonces se empleaba habitualmente para las impresoras. En ese entonces se le anunciaba como un aparato "más pequeño que un disquete".

Más allá de celebrar el avance de la tecnología y el hecho de que hoy mucha gente disponga en casa de un gigantesco arsenal de música, sería bueno hacer una reflexión sobre la realidad de la música, como arte e industria, a partir del MP3 y de lo que nos depara el futuro con esta y otras herramientas, quizás más sofisticadas. ¿Se escucha mejor música hoy que cuando apenas disponíamos de casetes, discos de vinilo o CDs? ¿Es posible que dentro de pocos años seamos testigos de la extinción de las casas discográficas y de los derechos de autor? ¿Acabarán por tirar la toalla muchos grupos o cantantes debido a que sus canciones o discos no les proporcionarán réditos económicos por las bajas ventas, la piratería y el libre intercambio de archivos musicales? Son preguntas que el tiempo se encargará de resolver. Mientras tanto me quito al trabajo escuchando el Hey Joe de Jimmy Hendrix.


*Popular marca de casete.
**Popular marca de máquinas de escribir.

jueves, 6 de marzo de 2008

“Drógate, estás en TV”

Un reciente estudio de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), un grupo asesor de la ONU, denunció que “voluntariamente o no, los traficantes de drogas cuentan con publicistas de excepción, que vienen a ser aquellos personajes famosos que promocionan discos, películas o perfumes, pero que, al mismo tiempo, se encargan de banalizar el consumo de estupefacientes”.

Lo más grave y contradictorio -a decir de la JIFE- es que, en momentos en que justamente se intenta disuadir a la juventud a no consumir drogas, los medios de comunicación amplifican y glamourizan la imagen de personajes famosos cuyos estilos de vida están ligados al consumo de drogas. “La juventud suele ser la más vulnerable al culto de la fama y todo el glamour que la rodea”, dice el informe de la ONU.

Un preclaro ejemplo de una popularidad catapultada por una fila de informaciones sobre su adicción a las drogas, es la recientemente multipremiada Amy Winehouse. Hasta el año pasado, Winehouse sólo era una cantante de soul londinense, y hoy es una figura porque ha ganado cinco premios Grammy, pero, sobre todo, por sus problemas con las drogas. Su figura escuálida, sus salidas de tono, su consumo de cocaína sobre el escenario han llenado portadas. Además es un icono estético y quién sabe si en un modelo de comportamiento.

En defensa de la prensa, Javier Moreno, director de la revista española GQ, sostiene que "siempre ha habido artistas o literatos que se drogaban y nadie les juzgaba. Y ahora se pone en la picota a Kate Moss por consumir cocaína. Se la intenta aislar. Y es cuando más campañas consigue. Culpar a las revistas de estilo de vida de mitificar el consumo y de convertir a los artistas que las toman en héroes es tan injusto como culpar a las revistas de moda de potenciar la anorexia".

Por su parte, Julio Jayaloyas, director de la edición española de la revista Rolling Stone, afirma que "hace 40 años, cuando se fundó en Estados Unidos Rolling Stone, las drogas formaban parte de la contracultura y eran tratadas de forma muy distinta”. En el caso de RS, Jayaloyas dice que hoy tienen un cuidado exquisito en no publicar imágenes en las que los músicos aparezcan colgados, con pintas de haber consumido.

El mundo del rock se ha construido sobre el lema de vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver. Si exceptuamos a The Beatles, que también le dieron a las anfetaminas y a los alucinógenos, la mayoría de los mitos tuvieron una vida, y, muchas veces una muerte, estrechamente relacionada con la adicción: Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Elvis Presley, Sid Vicious, de los Sex Pistols o Kurt Cobain.

Sabemos que no sólo en el rock existen las drogas. También están presentes en otros géneros musicales y en otros ámbitos de la vida, más importantes y trascendentes que el rock quizás, como la política, el deporte, la religión, etc. La única diferencia es el modo en el que se difunden las informaciones sobre determinado personaje. No se puede negar que en los medios de comunicación, existen más noticias sobre cantantes o actores adictos que políticos o gobernantes que se drogan o mueren a causa de ello.

Fuente: El País, España