domingo, 24 de agosto de 2008

¿Quién fue el quinto beatle?


¿Brian Epstein?:
El manager. Brian conoció a los Beatles cuando tenía 27 años de edad y era propietario de una tienda de discos, en Liverpool. Como todo buen inglés, Brian era pulcro, bien vestido, educado y próspero comerciante. Fue el impulsor del cambio de imagen del grupo y quien negoció sus contratos de grabación y presentaciones. El aporte de Epstein fue esencial. Sin él, probablemente, The Beatles no hubieran sido lo que fueron.



¿George Martin?:
El productor y arreglista. Produjo casi la totalidad de los discos de The Beatles. Más que de las manos, Martin condujo a los fab-four de las orejas y oídos hasta niveles creativos incomparables. Sobre la base de innovadoras técnicas de composición y experimentos sonoros le dio a la música del grupo una variopinta gama de estilos en sus diversas etapas. Para una gran legión de fanáticos, sin el concurso de George Martin, el talento de John, Paul, George y Ringo no hubiera sido explotado al máximo.


¿Neil Aspinall?:
Fue amigo de la infancia de Paul Mc Cartney y George Harrison y durante la toda la carrera de los Beatles desempeñó la labor de “hombre orquesta” en la corporación beatlesca: chofer, guardaespaldas, road manager, músico ocasional y finalmente, ejecutivo de Apple Corporation; la empresa que todavía hoy gestiona el legado de la banda. Aspinall fue, desde muchos puntos de vista el Quinto Beatle.




¿Billy Preston?:
En 1969, cuando las tensiones entre los cuatro de Liverpool estaban en su punto más álgido, a George Harrison se le ocurrió invitar a las sesiones de grabación a un amigo para que, de alguna manera, alivie las fricciones entre esos cuatro efervescentes egos. Preston, que no cabía de felicidad por sumarse al trabajo de sus ídolos, rápidamente se los metió al bolsillo y enriqueció con su teclado el sencillo “Get back”, casi todo el “Let it be” y algunas pistas del extraordinario “Abbey Road”. Sin duda, su colaboración bastó y sobró para ser considerado, por muchos, como la quinta pieza del grupo.

¿Y tú, quién crees que debe ser considerado el quinto beatle?

martes, 19 de agosto de 2008

Canciones para arrepentirse II

Y seguimos con los recuerdos vergonzosos y las autoflagelaciones. Por fortuna, son pocos, pero son…y cómo duelen.



Modern loveDavid Bowie (1983)
En aquellos tiempos, cada vez que las emisoras de música pop propalaban bloques especiales con música de Bowie, los programadores radiales siempre ponían esta canción como la primera de la lista. En la actualidad he descartado de mi vida a la radio, pero no me extrañaría que las cosas siguieran igual. Una demostración más de que aquello que le gusta a la gente no siempre es sinónimo de calidad y buen gusto. "Modern love" fue un hit en el verano de 1984, pero en lo personal uno de los peores singles del igualmente discreto “Let’s dance”. Es tan mala la canción que ni la participación de Stevie Ray Vaughan en el disco la salva del naufragio.




The war songCulture Club (1984)
La guerra es estúpida. Qué novedad. ¿Hacía falta que Boy George nos lo hiciera recordar? La canción tuvo su cuarto de hora de fama por su propuesta frontal, directa y su coro multilingüe. La verdad es que este cuarteto inglés nunca me gustó del todo. En los duelos radiales entre Culture Club y Durán Durán, estos últimos casi siempre arrasaban en llamadas telefónicas. Yo no gastaba ni un segundo en línea, pero cómo celebraba la derrota de esta banda que acabó sus días en medio de líos por drogas, alcohol y faldas, aunque no precisamente del sexo femenino. Tiempo después se supo que Boy George había mantenido un romance secreto con su baterista, Jon Moss. Sin embargo, al estilo de las telelloronas mexicanas, ambos acabaron tirándose de las mechas: “eres una estúpida”, le dijo Moss; Jorgito lo dejó, se dedicó a la vida disipada de pura frustración y después a limpiar calles y avenidas.




All I needJack Wagner (1984)
La consigna es: si quieres elevar tu raiting, obliga a tu galán a grabar un disco, no importa si es un desorejado o tiene voz de pito. Jack Wagner no cantaba mal; es más, su timbre pasaba piola y sirvió para que los marketeros de la soap opera General Hospital lo conjugaran con su buena pinta. Jack se enfundó con una guitarra para conquistar a los corazones femeninos y, de paso, regar su talento por todo el mundo. Logró grabar cuatro discos larga-duración. No está mal para alguien que empezó con una baladita insubstancial e insoportable, que alguna vez dediqué a una persona muy especial. El ejemplo de Jack cundió y otras estrellas de tv como Don Johnson y David Hasselhoff cogieron sus micrófonos para tortura de millones de telespectadores y fans.




Silly love songsPaul McCartney (1976)
Fue la primera canción de un artista ligado a The Beatles que escuché en mi vida. No sé si fue en el ‘77 o en el ‘78, pero de allí en adelante, mi curiosidad por conocer más detalles sobre el autor de esta melodía ultra-light fue creciendo hasta que terminé por escuchar y adquirir toda la discografía beatlesca. Silly love songs fue para mí como ese “primer amor” de la infancia, con la que jugaba al "papá y a la mamá”, a “la comidita”, al “doctor y a la enfermera”, pero que años después, en pleno furor adolescente, el rubor te consume al encontrártela cara a cara, nuevamente, porque regresan a tu mente esos inocentes momentos que pasaron juntos. De vez en cuando escucho el Greatest Hits de los Wings, pero siempre me salteo esta pista.


What’s up?Four nonblondes (1993)
Ayer una amor, hoy una traición. Esta es una de las canciones que evado sin dudas ni contemplaciones. Lo irónico es que apareció justo en una época de cambios y replanteos en mi vida. A mis 23 años salía de una etapa gris y empezaba a avizorar una pequeña luz de esperanza escuchando como fondo el estribillo demoledor de Linda Perry que me decía: “…hey, hey...¿qué te está pasando?...desahuévate”. No sé si emergí del fango impulsado por esta melodía, pero de tanto escucharla y cantarla me terminó empachando. Lo reconozco: soy un ingrato y mal agradecido.





TonightNew Kids on the block (1990)
De entre todas mis vergüenzas, esta es la más repugnante; la que hasta ahora sólo conocían mis círculos más íntimos; la que en algún segundo fatal me hizo pensar en hacer Puenting sin soga en el Puente Villena; una herida purulenta que aún no cierra pese a los años transcurridos. La verdad, no sé qué mierda pasó por mi cabeza cuando decidí comprarme el casete de estos imberbes maniquíes. Debe ser porque la tonadita de esta canción me sonó un poco beatlesca, quizás. Gasté unos cuantos miles de Intis en este infame producto y, luego, para salvarme del infierno, se lo obsequié a una buena amiga. Ahora, estos bellacos han regresado a los escenarios para alegría de muchas treintonas y cuarentonas, y alergia de quienes, como yo, tuvimos que soportar sus babosas canciones invadiendo las radioemisoras limeñas.

viernes, 15 de agosto de 2008

Canciones para arrepentirse I

De alguna u otra manera, en alta o baja medida, todos nos arrepentimos de haber elegido tal o cual camino en lugar de haber tomado la ruta alternativa que hubiera resultado más fructífera. Muchos lo niegan y dicen que nada de lo hecho los avergüenza y que todo sirve o “alimenta”, pero creo que esa es una afirmación cínica que esconde en el fondo, al menos, una pizca de vergüenza por algún disparate cometido en determinado momento de la vida.

En la música, el arrepentimiento se da con mucha frecuencia. Por ejemplo, Rod Stewart se arrepiente hoy de haber compuesto y cantado el “Da ya think I’m sexy” (1979) y lo dice con franqueza y sin temor a nada. Otro grande, John Lennon, afirmó en su última entrevista dada a la revista Playboy, que detestaba casi todas las canciones que hizo con The Beatles; y tuvo la valentía de admitirlo.

Pues bien, si Rod y John son capaces de hacer una declaración de ese tipo, quien escribe esto desea compartir con ustedes sus impresiones acerca de un grupo de canciones que un (mal) día tarareó y cantó con deleite, pero que hoy siente vergüenza de escucharlas, no en casa por supuesto, y que están descartados en el I-pod.


Girls just wanna have fun – Cindy Lauper (1984)
Reina y soberana de las chicas traviesas que, sin embargo, eran “buena gente” y que no alcanzaban la categoría de "rebeldes sin causa", porque terminaban haciendo caso a todos los consejos de mami. La voz remolona y los gorgoritos de Cindy eran material imprescindible en los tonos ochentosos y su rara pinta era copiada por aquellas féminas que consideraban a su contraparte, Madonna, como demasiada aventurera y malcriada.



We built this city – Starship (1985)
Un caso para archivar en los anaqueles de los más insultantes rankings “billbordeanos” de los ochentas. Prueba irrefutable que sirvió a muchos enemigos del rock que sindican a este género como plagado de drogadictos y alcohólicos. Claro, si parece que esta canción fue hecha en pleno vuelo con el “Crack” más barato del Bronx. Paul Kantner, antiguo miembro del legendario Jefferson Airplane, abandonó Starship antes de que el grupo lanzara esta canción. Cuando la escuchó la definió simplemente como “basura”. Y pensar que llegó al número 1 en la Billboard, al puesto 12 en UK y yo la bailé con fascinación en mi fiesta de “Promo”. Con razón mi pareja me respondió con un “no” rotundo cuando le propuse ser su enamorado. Sin duda, este bodrío me "saló".



Party all the time – Eddie Murphy (1985)
Eddie Murphy nunca me convenció como cómico, pero en esa época era el máximo exponente del humor norteamericano. Como muchos otros, el éxito le sonrió tanto que nubló por completo su criterio e invirtió sus millones de dólares en salas de grabación y, de paso, lleno los bolsillos del más famoso “hijoputiense” de la música, Rick James. Por estos lares, Party all the time se escuchó en algunas radios en el verano de 1986 y como en esa época la globalización era un cuento de hadas, no había internet ni Mp3 ni downloading, pues los fieles oyentes radiales como yo la incluimos en nuestros casetes Maxell.




Lola – The Kinks
No es que sea mala. De hecho es un clásico del rock, pero mis malos recuerdos van de la mano con un funesto episodio amoroso de mi adolescencia. Todo iba bien con una chica hasta que en medio de una fiesta, le dije que ella era para mí la “Lola” de la canción, y entonces, con su peor cara la flaca me respondió que ya no quería estar conmigo y me dejó. Claro, ella se había tomado la molestia de traducir la letra que narra la primera experiencia sexual de un “pata”...con un transexual. No tengo nada contra los transexuales, pero en esa época las mentes no estaban muy “open”, que digamos. Consejo: antes de dedicar una canción al ser amado lleven bajo el brazo un diccionario Webster.


The Gambler – Madonna (1984)
Si no me equivoco, muchos estarán de acuerdo en que esta debe de ser una de las peores canciones de Madonna. Aquí causó furor y hasta una radio muy popular en esa época la eligió como la mejor del verano de 1986. Pero bien dicen que a los reyes y a las reinas sus súbditos les perdonan todo y pasan por alto sus errores y dislates. Este sencillo (bastante sencillo de verdad) fue parte de la banda sonora de la película Vision Quest, un fiasco cuyo único elemento rescatable fueron las piernas y la exuberante anatomía de la entonces voraz Linda Fiorentino. Felices cincuenta años mi reina, pero no pongas esta canción en tu fiesta, corres el riesgo de que alguno de tus invitados te reviente un tortazo en la cara.




Uptown girl Billy Joel (1983)Billy Joel (1983)
Si trabajas en una gasolinera y pretendes ganarte el corazón de tu cliente favorita: una rubia despampanante de dos metros de altura, 90-60-90, ojos azules y con mucho dinero, no se te ocurra elevar el volumen de tu radio en su presencia cuando pasen esta canción. Ten por seguro que ella no dudará en aplastarte con su BMW o Mercedes y luego dejar encendido un cigarrillo a un metro del surtidor para que te achicharres por tu pésimo gusto. Bien dicen que los ochentas fueron la ruina de muchos talentos setenteros; y Billy Joel fue una de las víctimas porque discazos similares en calidad a Honesty, The Nylon Curtain, Piano Man, Movin’ Out y tantos otros oropeles no se volvieron a repetir en su repertorio.


Invisible touch – Genesis (1986)
Otra demostración palpable de que el mainstream de los ochentas fue el panteón para muchas mentes brillantes que se pasaron al lado verde oscuro del pop comercial. Una canción sin pretensiones que tuvo como único fin demostrar que Phil era el que llevaba las riendas del trío y que estaba por encima de la opinión de Rutherford y Banks. Recuerdo haber comprado el cassette con la carátula de la mano y bailarla en algunos tonos, pero luego de escuchar la discografía entera de este grupo de rock progresivo, sólo me queda una palabra para calificarla: patética.





Harlem Shuffle – The Rolling Stones (1986)
Para 1986, la amenaza de desbande se estaba posesionando del grupo. El ventisquero de las propuestas en solitario de Jagger y Richards se hacía notar en los tracks del Dirty Work, y más aún, en esta mediocre versión del clásico de Rob & Earl, de 1963. Habrá quien esté en desacuerdo en mis apreciaciones, pero opino que era notorio el desgaste de la banda después de haber disfrutado de un álbum tan audaz como el Undercover. En este disco, el compromiso de Mick con las otras “piedras rodantes” fue inversamente proporcional al entusiasmo que le puso a su disco en solitario Primitive Cool, experiencia que también resultó siendo calamitosa. Menos mal que en los noventas se reivindicaron y la banda más grande de todos los tiempos se mantiene rodando hasta hoy.




Stars on 45 - ABBA
Azúcar, miel, remolacha y tanto dulce acabó por empalagarme hasta el tuétano. No dudo que en su momento fue un gran experimento comercial, junto a los Medley con los clásicos de The Beatles y Stevie Wonder, pero con el tiempo este cuarteto sueco se volvió no apto para mis oídos. Gracias por la música amigos de ABBA, pero sobre todo, gracias por decidir separarse y no volver a juntarse nunca jamás.

martes, 5 de agosto de 2008

El sermón de Monseñor Satriani

-Oye compadre, ¿por dónde se entra al concierto?- preguntamos a un joven lavacarros en plena avenida El Derby, en Monterrico.

-Ah si, la entrada para el concierto de "Cipriani" es en la puerta 1 del Hipódromo, maestro- contestó el muchacho.

Yo y el grupo de gente que me acompañaba nos cagamos de la risa por la graciosa respuesta del humilde pero informado trabajador. Sin embargo, bastaron unos segundos para convertir nuestra risa en enfado por la pésima organización de la empresa, que puso en los boletos que la entrada sería en la avenida El Derby cuando en realidad era en la puerta que da para la Panamericana Sur.

En fin, hacia allá nos enrumbamos en dos taxis. Eran ya pasadas las nueve de la noche. Confiamos en que como Satriani no es inglés sino norteamericano, daría algunos minutos de tolerancia a los siempre tardones limeños. Qué equivocados estuvimos: a las nueve y diez de la noche, Joe ya estaba iniciando su segunda pieza.

Para serles sincero, no conozco el nombre de ninguna canción de Satriani, con excepción del Surfin with the Alien, tan usada como cuña de transmisiones deportivas por televisión.

En las casi dos horas que duró el espectáculo, Satriani demostró el porqué es considerado uno de los más talentosos guitarristas del orbe. De ocho a diez minutos en promedio por cada pieza magistralmente interpretada; un acompañamiento de bajo, guitarra rítmica y batería de primera; juegos de luces a tono con las notas salientes y ponientes; y todo el estruendo que, seguramente, perturbó hasta a los vecinos purasangre que reponían fuerzas en sus establos.

Calculo que fueron de seis a siete mil pagantes; entre furiosos fanáticos y fríos y contemplativos curiosos. Al final, todos aplaudimos al unísono la hiperespacial tocata de este genio de las cuerdas. No se esperaba otra concurrencia en una ciudad que, a diferencia de otras en donde la capacidad se dobla y hasta triplica, sólo invierte cuando se trata de artistas de arrastre radial o televisivo.

Satriani no pertenece a esa pléyade. Menos mal. Satriani es de otro planeta. Es un incomprendido para muchos, pero casi una divinidad para quienes nos quedamos extasiados por su maravillosa performance la noche de ayer. Satriani no es el Monseñor Cipriani, pero vaya que la gente respetó y veneró cada uno de sus sermones guitarreros que nos dejó con el alma libre de todo pecado.

lunes, 4 de agosto de 2008

Hola y Chau

Hola
Hace semanas que no pasó por aquí. Con decirles que hasta había olvidado mi clave de acceso. Tuve que pedir a la gente de blogger para que me la recordaran vía e-mail. No tengo ganas de escribir ni de rock ni de nada de nada. Lo último que leí fue que "Johnny B. goode" había sido elegida por la revista Rolling Stone como la canción con el mejor guitarreo de todas las épocas. Pensé que elegirían alguna pieza de Hendrix, Page, Eddie Van Halen, Río o Jaime Moreyra (rasguñante de los Shapis). Pero no, los gringos siempre tirando para su lado. Ya nadie entiende a esos rankings.
Me da igual ¿A quién carajo le importa?.
Volveré muy pronto. No sé cuando pero pronto.
Chau